MEDITACIÓN XXXIX
(8 DE FEBRERO)
Sobre la obligación que tenemos de evitar la ocasión próxima de pecado.
Punto 1°.- Esta obligación es
indispensable. No podía Jesucristo dárnoslo a entender más claramente que diciéndonos:
Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncale
y arrójalo lejos de ti. Si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala
lejos de ti, y la razón que da es terminante y decisiva: Porque, dice, vale más para ti ser privado de uno de tus miembros, que ser arrojado
todo entero en el infierno. Es preciso pues, perder este ojo y esta mano
que os escandaliza y que es para vos una ocasión de caídas, a resolveros a ser
precipitado en el infierno. No hay que
vacilar: siempre que la pena eterna está vinculada a la infracción de un
precepto, es evidente, que la obligación que éste nos impone es indispensable.
Punto
2°.- Esta obligación no se puede eludir
con ningún pretexto. Esto es lo que debéis concluir de estas palabras de
Jesucristo: Si tu ojo o tú mano te
escandaliza, arranca el uno, corta la otra, y arrójalos de ti. Porque este precepto no debe ciertamente tomarse a
la letra; pues Jesucristo no pretende obligarnos a una mutilación exterior que sería
contraria a su ley. ¿Cuál es pues el verdadero sentido de estas palabras? Helo aquí.
Los objetos que son para vos una ocasión próxima de pecado, no pueden seros más
queridos y más preciosos, no pareceros más útiles y aún más necesarios que
vuestro ojo y vuestra mano: sin embargo, debéis separaros de ellos, cueste lo
que costare a vuestro amor propio.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario