domingo, 21 de febrero de 2016

MEDITACIÓN LIII (22 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN LIII
(22 DE FEBRERO)  
 
Sobre la demasiada facilidad en escandalizarse.  


Punto 1°.- Nunca debemos autorizarnos con el escándalo que se nos da para imitarlo. Sólo las almas débiles y mal afirmadas en los sentimientos de la virtud, son las que buscan cómo autorizar su conducta por los escándalos que ven el mundo. Un verdadero cristiano, un cristiano fiel, no se dirige ni se conduce sino por la ley de Dios y las máximas del Evangelio: y todo lo que se aparta de ellas le parece condenable, y lo renuncia. No se fija en el ejemplo, no consulta más que la regla y si pone atención en los extravíos de los pecadores, es siempre para compadecerles y nunca para imitarlos.   


Punto 2°.- No debemos escandalizarnos fácilmente de la conducta de los otros para vituperarla. Evitad pues los excesos de una piedad censuradora que se escandaliza de todo. No juzguéis a vuestros hermanos sin necesidad, ni procuréis exagerar malignamente unas faltas que se escapan a su fragilidad y que no siempre son efecto de su malicia. Temed sobre todo el mirar la paja en el ojo de vuestro prójimo, mientras en el vuestro tenéis una viga que no echáis de ver.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

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