jueves, 4 de febrero de 2016

MEDITACIÓN XXXVI (5 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN XXXVI
(5 DE FEBRERO)

Sobre el ponerse voluntariamente en ocasión próxima de pecado




Punto 1°.- No toda ocasión próxima de pecado es voluntaria. 1°. Hay algunas que se encuentran como por acaso y sin buscarlas: tal fue aquella en que la casta Susana se vio en otro tiempo expuesta cuando se bañaba en el jardín de su padre: sin pensarlo, encontrose repentinamente en la ocasión de cometer un crimen que le causaba horror y cuya sola idea hizo temblar su virtud. 2°. Hay otras a las cuales está uno expuesto por los deberes de su estado, por las funciones de su cargo, y por la necesidad en que se encuentra de conversar habitualmente con los hombres. ¿Pues cómo se puede vivir en el mundo, y sobre todo en el gran mundo, sin encontrar piedras de escándalo y ocasiones desgraciadas de ofender a Dios?  


Punto 2°.- La ocasión próxima del pecado cuando se busca voluntariamente es en sí misma un pecado. Este es un principio indudable en la moral cristiana sobre lo cual tenéis dos escollos que evitar. El primero, persuadiros falsamente que la ocasión próxima que se busca voluntariamente es necesaria e inevitable. El segundo, figurarse que la ocasión es remota cuando es próxima. Muchas veces la conciencia nos dice como Jesucristo a san Pedro: Si os encontráis en esta ocasión sucumbiréis: Ter me negabis (antes que cante el gallo dos veces, tú me habrás negado tres); y se responde con esa ciega presunción que fue tan funesta para el príncipe de los Apóstoles: No, nada hay que temer: Non te negabo (No te negaré).  

Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción. 
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario