martes, 16 de febrero de 2016

MEDITACIÓN XLVIII (17 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN XLVIII
(17 DE FEBRERO)

Sobre los pecados de hábito considerados en sus progresos.   



Punto 1°.- Los pecados graves llegan muy pronto a hacerse habituales. No se necesita mucho tiempo para formarse este hábito; pues es más fácil acostumbrarse al vicio que a la virtud, porque esta combate por todas las inclinaciones de la naturaleza y el otro las lisonjea; ésta sólo encuentra en nosotros resistencias y el otro sólo encuentra felicidad. No hay que admirarse que la mayor parte de los hombres hagan rápidos progresos en tan pocos años en la carrera del vicio, ¡Ay de mí! Dice san Agustín, yo era tan joven y sin embargo era yo tan grande pecador: Tantillus puer et tantus pecator! 

Punto 2°.- Fuerza de este hábito. Da al pecador una facilidad tan grande para seguir sus movimientos, que no puede,  sin un extremo trabajo defenderse de sus impresiones; y cuando está profundamente arraigado, llega a hacerse un principio dominante que ejerce un imperio casi absoluto sobre todas sus acciones, y en cierto modo una nueva naturaleza: Se le obedece sin  trabajo y casi sin reflexión. Es un árbol que ha estado doblegado tanto tiempo que no se puede sin un esfuerzo extraordinario restablecerle en su primitivo estado. ¿Puede el Etíope, dice la Escritura, cambiar su piel, el leopardo sus manchas? ¿Pues cómo podríais vosotros hacer el bien, si estáis acostumbrados a hacer el mal?

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

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