MEDITACIÓN XLI
(10 DE FEBRERO)
Sobre la felicidad de los justos.
Punto 1°.- La felicidad de los
justos no consiste en estar exentos de las penas y de los trabajos de la vida,
puesto que la experiencia nos enseña: 1°. Que hay algunos que las sufren tan
grandes y aún más grandes que los pecadores. 2°. Que los vemos todos los días con
los pecadores envueltos en las desgracias públicas, tales como las
enfermedades, el hambre y la guerra, los incendios y los naufragios. 3°. Jesucristo, lejos de prometerles que estarán
exentos de penas y de aflicciones en este mundo, les anuncia, por el contrario
que pasaran su vida en el sufrimiento. Vosotros
lloraréis y seréis afligidos, dijo a sus discípulos, mas el mundo se regocijará.
Punto 2°.- ¿En qué consiste
pues la felicidad de los justos? Consiste: 1°. En que Dios les da una
fuerza y un valor proporcionados a los grandes males que padecen. 2°. En que
están sostenidos por la esperanza de un dichoso porvenir; por esto añade
Jesucristo: Mas vuestra tristeza se
cambiará en gozo. Así que su
felicidad presente está fundada, sobre su consuelo futuro, sin estar exentos de
pena y de aflicción: son verdaderamente felices, porque sostenidos por la
esperanza cristiana, ven sus males como la prenda de la felicidad que les está
prometida según estas palabras: Bienaventurados
los que lloran porque ellos serán consolados. Nosotros olvidamos, o por
mejor decir, negamos en cierto modo estas grandes verdades, siempre que nos
acontece quejarnos y murmurar en nuestras penas.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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