miércoles, 17 de febrero de 2016

MEDITACIÓN XLIX (18 DE FEBRERO)

MEDITACIÓN XLIX
(18 DE FEBRERO)  

Sobre los pecados de hábito considerados en su fin.   



Punto 1°.- Estos pecados conducen al endurecimiento. La conciencia se calla, Dios nos abandona, se acaba el remordimiento, y el olvido de Dios, el olvido de sí mismo ocupan el lugar de la razón y del pudor. Se llega a veces hasta a endurecerse en el crimen, hasta amarle y aprobarlo en los demás y hasta perder toda idea y todo sentimiento de virtud.   

Punto 2°.- Este endurecimiento conduce hasta la impenitencia final. ¿Y cómo no había de conducir, puesto que nos hace romper en cierto modo toda relación con Dios, que nos hace insensibles a las invitaciones de su gracia, supuesto que se digne todavía dirigir sobre nosotros alguna mirada de misericordia, y que no castigue este horrible encadenamiento de crímenes y de desórdenes por una ceguedad que ya no puede ser curada sin un golpe del cielo, sin un milagro de la gracia? Debíase detener el mal en su principio y no dejarle tiempo de echar raíces, principii obsta (resiste al principio): Debíase combatir al enemigo cuando era todavía débil, y no esperar que llegara a hacerse bastante fuerte y poderoso para parecer invencible.  


Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario