MEDITACIÓN
CCXCVII
(23 DE OCTUBRE)
De la devoción sensible.
Punto 1°.- Hay una devoción de razón y una devoción
sensible: por la una nos aficionamos a los deberes de la religión, porque
conocemos su importancia; y por la otra, nos aficionamos porque sentimos gusto
en su práctica. Esta diferencia se siente en dos de los principales
ejercicios de la piedad: 1°. En la
oración: el que ora por razón no se dedica a este santo ejercicio más que
por la persuasión en que está de que la oración es de una obligación
indispensable; el que ora con una devoción sensible, se siente en cierto modo
transportado de la tierra al cielo, ama la oración, y se dedica a ella con
gusto, porque lo arrebata de todos los objetos que le impiden el pensar en su
Dios. Que las horas que emplea en conversar con su Creador y Padre, le parecen
momentos.
Punto 2°.- En la comunión. El que es conducido por una devoción de razón se acerca a la santa mesa por obedecer al mandato de Jesucristo, quien ha dicho: Si no coméis la carne del Hijo del hombre… no tendréis la vida en vosotros. Se prueba y se purifica antes de acercarse a ella, porque esta prueba es absolutamente necesaria. El otro lleva a este festín misterioso un alma hambrienta y sedienta de la justicia. Se prepara todos los días y en todos los instantes de su vida: y las delicias inefables que encuentra en su unión con Jesucristo, le recompensan de todos los sacrificios que tuvo que hacer para ponerse en estado de participar de este divino alimento.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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