miércoles, 19 de octubre de 2016

MEDITACIÓN CCXCIV (20 DE OCTUBRE)

MEDITACIÓN CCXCIV 
(20 DE OCTUBRE)   

Sobre el estudio de la ley de Dios.



Punto 1°.- Estudiad la ley de Dios, esta es la regla de vuestra conducta, y no os contentéis con hacer un conocimiento vago y superficial: sino estudiadla para saber con exactitud hasta donde se extienden las obligaciones que habéis contraído en vuestro bautismo: estudiadla para arreglar vuestras ocupaciones, para fijar el tiempo que podéis dar a los ejercicios públicos de religión o a las devociones particulares, y el que podéis dar al mundo y a la sociedad los gastos que exige vuestra posición, y los que debéis a la caridad y a la limosna. En una palabra, estudiadla siempre para vuestra santificación personal, como si esta ley divina no hubiera sido hecha y publicada más que para vos.


Punto 2°.- Estudiadla para practicarla. Mientras más instruidos estéis, más cuenta tendréis que dar a Dios, si violáis sus mandamientos. Si somos culpables cuando descuidamos el conocer nuestros deberes, lo somos todavía más cuando no los cumplimos después de haberlos conocido. El que conoce la ley de Dios y no la practica, dice el Apóstol Santiago, es semejante a un hombre que viéndose en un espejo, y viendo su semblante cubierto de manchas, no procura lavarse. La ley de Dios es un espejo fiel que nos muestra, 1° lo que somos; 2° lo que no somos; 3° lo que debemos ser.   

Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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