jueves, 20 de octubre de 2016

MEDITACIÓN CCXCV (21 DE OCTUBRE)

MEDITACIÓN CCXCV 
(21 DE OCTUBRE)

Del tesoro del corazón.



Punto 1°.- Este tesoro se encuentra en todos los objetos a que nuestro corazón está apegado. Por oscuras que sean las tinieblas en que está envuelto, por variable que sea en sus movimientos, fácilmente se descubren sus inclinaciones dominantes, no hay más que ver en dónde ha puesto su tesoro: Porque en donde está vuestro tesoro, decía Jesucristo a sus discípulos, allí está también vuestro corazón. Cada uno tiene un tesoro sobre la tierra. Uno lo pone en su grandeza y opulencia; el otro en su crédito o en sus placeres; el otro en su reputación o en su ciencia; allí es donde su corazón está apegado; eso es lo que ocupa todos sus pensamientos, y lo que absorbe todos sus sentimientos.   


Punto 2°.- Sólo Dios es el tesoro de un verdadero cristiano. El que pone su tesoro en los bienes de este mundo, no lo busca en Dios. Y sin embargo, Dios debe ser el único tesoro de nuestro corazón; en Dios sólo busca el verdadero cristiano su reposo, su alegría y su felicidad; cuenta por nada los bienes que el tiempo consume, que la muerte nos arrebata, y cuyo hábito nos disgusta; el único verdadero bien que conoce y desea, es este Dios que debe ser sobre la tierra el objeto de su amor, y su recompensa en el cielo.   


Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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