MEDITACIÓN CCCV
(31 de Octubre)
Sobre la consagración del cristiano
por el bautismo.
Punto 1°.- El bautismo nos
consagra: 1°. Como reyes, porque nos da derecho a uno
de esos tronos que el Hijo de Dios nos ha preparado en el cielo; 2°. Como templos
de Dios, porque nos hace capaces de recibir en nosotros al Hijo de Dios,
por la comunión de su cuerpo y sangre; 3°. Como
hijos de Dios, porque es la
señal nuestra de adopción; 4°. Como miembros de Jesucristo, porque nos
une al cuerpo místico de Jesucristo que es la Iglesia.
Punto 2°.- Obligaciones que nos
impone esta consagración. ¡Qué pureza de costumbres, qué fervor de caridad
no estamos obligados a conservar para sostener unos títulos tan gloriosos! ¿Y
no sería profanar, envilecer y deshonrar la consagración que nos ha santificado
en el bautismo, el olvidar los nobles sentimientos que debe inspirarnos, para
precipitarnos en los abismos de la iniquidad y en las bajezas infinitas del
espíritu del mundo? Acordémonos que
somos la nación santa, el pueblo escogido, los hermanos y coherederos de
Jesucristo; y que habiendo sido dedicados y consagrados a Dios por el bautismo,
no podemos ya violar otros compromisos sin cometer una especie de sacrilegio.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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