jueves, 13 de octubre de 2016

MEDITACIÓN CCLXXXVIII (14 DE OCTUBRE)



MEDITACIÓN CCLXXXVIII 
(14 DE OCTUBRE)

Del sacrificio de la Misa, 
considerado como un sacrificio de expiación.




Punto 1°.- Este es el sacrificio del Cordero de Dios, que borra los pecados del mundo. Para los pecadores pues se ha erigido este altar: Pro te mensa mysteriis extructa est. Por vos se ha inmolado este Cordero: Pro te agnus inmolatur. Por vos, este sacerdote se interesa y solicita: Pro te angitur sacerdos. Vos sois el culpable cuya gracia consigue y la sangre del Cordero que se inmola sobre el altar, es la prenda de nuestra salvación y el precio de nuestra redención.    

Punto 2°.- Debéis pues asistir a este sacrificio, con todos los sentimientos de un corazón contrito y agradecido. 1°. De un corazón contrito; puesto que sólo vuestra contrición es la que puede poner el último sello a la reconciliación que se trata entre Dios y vosotros en este adorable sacrificio. La sangre de Jesucristo no curará jamás las llagas de vuestra alma, si no mezcláis a ella las lágrimas de una viva compunción y de un amargo dolor. 2°. De un corazón agradecido; ¿Cuánto no debemos a un Dios a quien hemos ofendido mil veces; y que en lugar de ser juez y vengador de nuestras infidelidades, se inmola todos los días sobre los altares, como una víctima de propiciación por nuestra salvación?      



Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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