viernes, 14 de octubre de 2016

MEDITACIÓN CCLXXXIX (15 DE OCTUBRE)



MEDITACIÓN CCLXXXIX 

(15 DE OCTUBRE)
 
Del celo.  





Punto 1°.- Debemos tener celo por la salvación y la perfección del prójimo; mas este celo, para que esté bien arreglado, debe comenzar por arreglarnos a nosotros mismos. Este es el orden esencial de la caridad, que quiere que, respecto de nuestra propia perfección nos amemos a nosotros con preferencia a todos los demás. Porque esta caridad no tiene propiamente más que tres objetos: el primero es Dios; el segundo somos nosotros mismos; y el tercero es nuestro prójimo. 1°. Dios, a quien debemos amar sobre todas las cosas; 2°. Nosotros mismos, a quien debemos amar después de Dios; 3°. El prójimo, a quien debemos amar como a nosotros mismos. Y así, trastornáis el orden esencial e inmutable de la caridad, cuando vuestro celo pone en segundo lugar un objeto que no debe estar sino en el tercero, en lo que tiene relación con Dios y con la salvación.  

Punto 2°.- El celo no tiene fuerza ni efecto, si no comienza por arreglarnos a nosotros mismos. El más grosero de todos los errores, es el pensar que os creerán, cuando por vuestra conducta parece que no os creéis vosotros mismos; que seguirán vuestros consejos, cuando sois los primeros en negarlos en la práctica; y si se han alarmado por vuestros discursos, se aseguran por vuestros ejemplos.    



Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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