MEDITACIÓN
CCLXXVIII
(4 DE OCTUBRE)
De las oraciones de Jesucristo.
Punto 1°.- Estas
oraciones deben ser el modelo de las nuestras, puesto que pedimos a nombre de Jesucristo; y que nuestras peticiones son infructuosas si Él no pide con nosotros.
Veamos pues; 1°. Lo que Jesucristo pide para nosotros a su Padre; lo
encontramos en la oración que hizo en otro tiempo por sus discípulos. Pidió
primero, que se grabara el amor de Dios
en su alma: Ut dilectio qua dilexisti
me in ipsis sit (Jn 17:26; para que
el amor que me tienes esté en ellos); segundo, que estuviesen siempre unidos entre sí por la unidad de la fe y por la
de la caridad; Ut sint consummati in
unum (Jn 17:23; para que lleguen a ser perfectamente uno); tercero, que fuesen santos en espíritu y en verdad:
Santifica eos in veritate; cuarto, que viviesen en medio del mundo sin tomar
parte en sus iniquidades: non rogo ut
tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo (Jn 17:15; No
ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal).
Punto 2°.- Debéis pues pedir a Dios: 1°. La gracia de amarle con preferencia a todo;
2°. La gracia de amar al prójimo como a
vosotros mismos, pues estos son los
dos más grandes preceptos de la ley; 3°. La gracia de llegar a ésa santidad pura y sin mancha, que resulta del
cumplimiento pleno y entero de estos dos preceptos; 4°. Finalmente, la gracia de seguir en medio de los
escollos y peligros del mundo, los rectos senderos de la justicia.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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