domingo, 2 de octubre de 2016

MEDITACIÓN CCLXXVII (3 DE OCTUBRE)



MEDITACIÓN CCLXXVII  
(3 DE OCTUBRE)

De la eficacia de nuestras oraciones.




Punto 1°.- Esta viene de que pedimos a Dios, primero, unos favores perjudiciales a nuestra salvación. Uno pide la salud del cuerpo para vivir en la molicie y en el desorden; el otro, el buen éxito de una empresa formada por avaricia o por ambición; y se atreven hacer semejantes peticiones a nombre de Jesucristo, es decir, que quieren que este divino Salvador sea el mediador de nuestras pasiones y de nuestros crímenes.

Punto 2°.- También son ineficaces nuestras oraciones porque pedimos a Dios unos favores inútiles para nuestra salvación, es decir, que en nuestra idea no tienen ninguna relación con nuestra salvación. La regla es que debemos buscar primeramente el reino de Dios y su justicia: Quaerite primun regnum Dei; y esto es siempre lo que pedimos con más frialdad y negligencia. Los bienes temporales ocupan siempre el primer lugar en nuestras peticiones, imitamos la locura de un hombre que fuera a importunar al rey más grande del mundo por bagatelas, naderías y objetos enteramente indignos de un monarca poderoso y magnífico. Lo que me pedís, decía en otro tiempo un gran príncipe, es bastante para vos, pero no lo es para mí. El objeto corresponde a la pequeñez del súbdito que pide, pero no corresponde a la grandeza del Señor que da



Oración Universal


Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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