MEDITACIÓN
CCLXXVII
(3 DE OCTUBRE)
De la eficacia de nuestras oraciones.
Punto 1°.- Esta
viene de que pedimos a Dios, primero, unos
favores perjudiciales a nuestra salvación. Uno pide la salud del cuerpo para vivir en la molicie y en el desorden;
el otro, el buen éxito de una empresa formada por avaricia o por ambición; y se
atreven hacer semejantes peticiones a
nombre de Jesucristo, es decir, que quieren que este divino Salvador sea el mediador de nuestras pasiones y
de nuestros crímenes.
Punto 2°.- También
son ineficaces nuestras oraciones porque pedimos
a Dios unos favores inútiles para nuestra salvación, es decir, que en
nuestra idea no tienen ninguna relación con nuestra salvación. La regla es que debemos buscar primeramente el reino de Dios y su justicia:
Quaerite primun regnum Dei; y esto es siempre lo que pedimos con más
frialdad y negligencia. Los bienes
temporales ocupan siempre el primer lugar en nuestras peticiones, imitamos la
locura de un hombre que fuera a importunar al rey más grande del mundo por
bagatelas, naderías y objetos enteramente indignos de un monarca poderoso y
magnífico. Lo que me pedís, decía en otro tiempo un gran príncipe, es
bastante para vos, pero no lo es para mí. El
objeto corresponde a la pequeñez del súbdito que pide, pero no corresponde a la
grandeza del Señor que da.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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