martes, 23 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXXXVII (24 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXXXVII
(24 DE AGOSTO) 

De las disposiciones que debe tener un cristiano 
cuando pide a Dios gracias temporales.  




Punto1°.- Debe esperar el efecto de sus peticiones con una perfecta indiferencia. Contentaos con exponer a Dios vuestras necesidades, y abandonaos a su providencia. Él sabe lo que necesitáis, y vos no lo sabéis; Él ve más allá del presente, sabe lo que puede salvaros y haceros feliz o miserable en el porvenir, y vos lo ignoráis. Imitad pues la simplicidad de las hermanas de Lázaro, que en la extrema gravedad de su hermano. Limitan toda su petición a representar su estado a Jesucristo: Señor, dicen, el que amáis está enfermo. Bástales saber que Jesucristo ama a su hermano, y exponerle su mal, por lo demás, descansan en sus luces y en su bondad.  

Punto 2°.- Debe temer cuando sus peticiones son escuchadas. Cuando todo os sale bien, cuando parece que todos los tesoros temporales del poder de Dios están abiertos a vuestros deseos, guardaos de decir entonces como los felices pecadores de quienes habla el profeta: Heme aquí rico, heme aquí contento y saciado todo prospera para mí, todo me sonríe, es preciso que Dios me ame, puesto que me hace feliz en este mundo; porque esta falsa felicidad, que miráis como una señal de su amor es quizá un efecto de su cólera.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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