MEDITACIÓN
CCXXII
(9 DE AGOSTO)
Sobre la grandeza del alma.
Punto 1°.- Esta es
una cualidad que conviene a los que ocupan en el mundo puestos elevados y
dignidades eminentes porque lleva a emprender cosas grandes y dignas de gloria.
Esta cualidad no es de ninguna manera
incompatible con la humildad cristiana; porque en primer lugar, un hombre humilde funda las grandes empresas
sobre la desconfianza de sí mismo y la confianza en Dios, dos sentimientos
que son propios de la humildad. Está
persuadido que nada puede por sí mismo, pero que lo puede todo con el auxilio
de Dios. Los que esperan en Dios,
dice el profeta Isaías, cambiarán de
fortaleza, puesto que cambian las fuerzas del cielo contra las de la
tierra, y sus brazos con el brazo del Señor, y esto es lo que hace decir a san León
que nada
es imposible a los humildes, porque ponen toda su confianza en el que todo
lo puede.
Punto 2°.- Respecto de la gloria vinculada a las
grandes empresas, la humildad la
sufre y la admite, porque le dirige toda a Dios; el hombre humilde no la desea
para gozar de ella, sólo quiere merecerla; no hace ningún caso de los honores
del mundo, pues se eleva más alto; y únicamente para agradar a Dios y para
practicar las virtudes propias de su estado se decide a hacer cosas grandes.
Cualquiera otro motivo no puede nada su
corazón y ni aun se digna ocuparse de él.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario