MEDITACIÓN
CCXXXV
(22 DE AGOSTO)
Sobre el juicio de Dios.
Punto 1°.- Lo que pasará en el juicio que debemos
sufrir después de la muerte, se encuentra expresado por estas tres palabras
que causaron tanto terror al rey Baltazar, cuando estando en medio de un
espléndido festín, vio una mano desconocida que las escribía sobre la pared: Mane, Thecel, Phares. El profeta Daniel
fue llamado para interpretar estas palabras misteriosas, y dijo que
significaban: Numera, pondera, divide:
Contad, pesad, separad. Pues bien esto
es lo que hará el Señor en su juicio: 1°. Contará exactamente todos los pecados
de nuestra vida, numera; 2°. Los pesará en la justicia, pondera; 3°. Los comparará con nuestras virtudes y buenas obras, medirá la rareza y
la insuficiencia de las unas, con la multitud y enormidad de las otras, divide.
Punto 2°.- Para
prevenir este juicio formidable, debemos pues; 1°. Contar exactamente
nuestros pecados, numera, y por
consiguiente, los pecados graves, los leves, los de omisión, los pecados ajenos
que hemos excitado ú ocasionado por el escándalo de los nuestros; 2°. Pesarlos todos,
en cuanto sea posible, según los diversos grados de su malicia y de su
duración, no en la balanza del amor propio, sino en la de la justicia de Dios, pondera; 3°. Poner a un lado vuestras
infidelidades, y del otro vuestras buenas obras, para compararlas, sin querer
disminuir las unas ni exagerar el precio y mérito de las otras, divide. Estas tres condiciones son
muy esenciales para ponerse en estado de acercarse con fruto al sacramento de
la penitencia.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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