domingo, 28 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXLII (29 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXLII
(29 DE AGOSTO)

De los límites que deben ponerse a la desconfianza y a la sospecha.



Punto 1°.-  Una y otra pueden ser llevadas al exceso. Es un gran defecto ser desconfiado y suspicaz, es decir, el serlo sin fundamento; el serlo a todo propósito y en toda ocasión; el serlo perpetua y habitualmente respecto de toda clase de personas; el dudar aun cuando se tenga certeza; el dudar cuando no se tiene la menor verosimilitud que pueda autorizar la sospecha. Hay pues desconfianzas injuriosas, sospechas injustas y odiosas que debemos reprocharnos, y que son igualmente contrarias a la razón y a la caridad.  

Punto 2°.- Mas cuando la desconfianza y la sospecha están apoyadas sobre el fundamento que les es propio, la una en la incertidumbre y la otra en la verosimilitud, entonces puede decirse con verdad que se desconfía sin ser desconfiado, y se sospecha sin ser suspicaz. Así es como debemos darnos cuenta a nosotros mismos, cuando examinamos nuestra conciencia de los pensamientos que han ocupado nuestro espíritu, reflexionando sobre el carácter de las personas con quienes estamos obligados a vivir.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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