miércoles, 10 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXXIV (11 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXXIV
(11 DE AGOSTO) 

Sobre las reglas que deben seguirse 
en el uso de las diversiones permitidas.



Punto 1°.- El verdadero cristiano no les da sino un resto de sus ocios, que Dios no ha reusado a la naturaleza, y que nuestra debilidad ha hecho necesarios. Pero no recurre a esta distracción sino después que ha dado todo el tiempo necesario: 1°. Al servicio de Dios y a las prácticas de religión, tales como la oración el sacrificio de los altares, las obras de misericordia y de caridad, las santas lecturas, y en fin todo lo que mira en su adelantamiento en la piedad; 2°. Al cuidado de su familia y de sus negocios personales, 3°. A los deberes particulares de su estado y a las obligaciones de su cargo.  

Punto 2°.- Ventajas de esta conducta. El que no se permita estas distracciones limitadas y legítimas, sino después de haber satisfecho de este modo a todos sus deberes, no tendrá ningún reproche que hacerse sobre la pérdida de su tiempo y la intimidad de su vida; sus diversiones no serán para él sino unas distracciones necesarias, y no ocupaciones sospechosas, peligrosas y criminales o infructuosas para la salvación, que hacen olvidar a la mayor parte de los mundanos lo que deben a Dios, lo que deben al prójimo y lo que se deben a sí mismos.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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