sábado, 20 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXXXIV (21 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXXXIV
(21 DE AGOSTO) 

Sobre las pasiones.




Punto 1°.- Las pasiones nos hacen esperar una perfecta felicidad, nos persuaden que el objeto que nos proponen, encierra todos los bienes que podemos desear. El avaro cree encontrarlas en las riquezas; el ambicioso en la gloria de que está ávido; el voluptuoso en el placer de que esta sediento. Todos se imaginan que si pueden una vez conseguir este objeto, serán llenos todos sus deseos, todos sus votos satisfechos, y con esta esperanza renuncian a todo, sacrifican su Dios, su alma y su salvación por obtener este bien, el único bien que les parece deseable y que debe serlo todo para ellos. 

Punto 2°.- Más considerarlos cuando lo han conseguido. ¿Qué es lo que han encontrado? Nada absolutamente de lo que esperaban. El bien que les parecía tan sólido y verdadero, no es más que un fantasma, un prestigio y una ilusión. El placer que se esperaban se cambia bien pronto en disgusto; la tranquilidad que se prometían se cambia en inquietud; y su corazón queda siempre igualmente vacío. Esa sed que los devoraba viene a ser de día en día más viva y ardiente; y experimentan en fin, la verdad de estas palabras del Sabio: Que el placer está mezclado de dolor y que las más agradables expansiones de la alegría, son el principio de la tristeza.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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