lunes, 22 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXXXVI (23 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXXXVI
(23 DE AGOSTO)

De la oración que dirigimos a Dios 
por nuestras necesidades temporales.




Punto 1°.- Podemos decirnos acerca de esta clase de peticiones lo que Jesucristo decía a los hijos de Zebedeo, que querían ocupar los dos primeros puestos en su reino: No sabéis lo que pedís: Nescitis quid petatis. Porque en primer lugar, ignoráis cuales son vuestros verdaderos bienes respecto a la vida presente. Sansón pide ser unido para siempre a una mujer perdida e inconstante, cuya sociedad hace el oprobio y la desgracia de su vida. Raquel, avergonzada por su esterilidad, pide a Dios hijos que causan su muerte. Uno pide una larga vida que Dios le concede, y se encuentra con que ha vivido demasiado tiempo para su felicidad y su gloria: sería preciso ver, como Dios, en el porvenir para pedirle con seguridad y en detalle los bienes de la vida presente.  

Punto 2°.- Ignoramos igualmente cuáles son nuestros verdaderos males respecto de la vida presente. José siendo el blanco del odio y la envidia de sus hermanos, encerrado en una cisterna, luego vendido a unos extranjeros como esclavo, calumniado por la mujer de su amo, cargado de cadenas como un criminal, y arrojado en un oscuro calabozo. ¿Podía imaginarse que estos trágicos acontecimientos eran dispuestos por la Providencia para hacerle dueño de la suerte del Egipto, y hacerle participar del poder del Faraón? San Agustín ha tenido pues razón de decir, que el cumplimiento de nuestras peticiones, respecto de la vida presente, es muchas veces un efecto de la cólera de Dios: Deus, Alicuando iratus dat; y el negaros estas mismas peticiones es muchas veces una señal de su bondad: Aliquando propitiatus nega!: Dios, tal vez, concede por castigo y niega por especial gracia las peticiones por bienes temporales.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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