MEDITACIÓN
CCXXXVI
(23 DE AGOSTO)
De la oración que dirigimos a Dios
por nuestras necesidades temporales.
Punto 1°.- Podemos
decirnos acerca de esta clase de peticiones lo que Jesucristo decía a los hijos
de Zebedeo, que querían ocupar los dos primeros puestos en su reino: No sabéis lo que pedís: Nescitis quid
petatis. Porque en primer lugar, ignoráis
cuales son vuestros verdaderos bienes respecto a la vida presente. Sansón
pide ser unido para siempre a una mujer perdida e inconstante, cuya sociedad
hace el oprobio y la desgracia de su vida. Raquel, avergonzada por su
esterilidad, pide a Dios hijos que causan su muerte. Uno pide una larga vida
que Dios le concede, y se encuentra con que ha vivido demasiado tiempo para su
felicidad y su gloria: sería preciso ver, como Dios, en el porvenir para
pedirle con seguridad y en detalle los bienes de la vida presente.
Punto 2°.- Ignoramos
igualmente cuáles son nuestros verdaderos males respecto de la vida presente.
José siendo el blanco del odio y la envidia de sus hermanos, encerrado en una
cisterna, luego vendido a unos extranjeros como esclavo, calumniado por la
mujer de su amo, cargado de cadenas como un criminal, y arrojado en un oscuro
calabozo. ¿Podía imaginarse que estos trágicos acontecimientos eran dispuestos
por la Providencia para hacerle dueño de la suerte del Egipto, y hacerle
participar del poder del Faraón? San
Agustín ha tenido pues razón de decir, que el cumplimiento de nuestras
peticiones, respecto de la vida presente, es muchas veces un efecto de la cólera
de Dios: Deus, Alicuando iratus dat;
y el negaros estas mismas peticiones es muchas veces una señal de su bondad: Aliquando propitiatus nega!: Dios, tal vez, concede por castigo y niega
por especial gracia las peticiones por bienes temporales.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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