martes, 16 de agosto de 2016

MEDITACIÓN CCXXX (17 DE AGOSTO)



MEDITACIÓN CCXXX
(17 DE AGOSTO) 

Sobre el temor de la verdad.




Punto 1°.- ¿Cuáles son las verdades que más debemos temer? Las que nos lisonjean; porque nosotros las llamamos verdades, aunque no tengan a lo más sino la apariencia de ellas, y que si tienen alguna cosa de verdadero, no hay verdad que se acerque tanto al error, y que conduzca más seguramente a él. El que os alaba os engaña, o por lo menos sólo procura engañaros; no os dice lo que sois, sino lo que debéis ser, y que no sois.    

Punto 2°.- Estas verdades agradables que las más veces no son sino mentiras lisonjeras, son las que más amamos. Queremos ser alabados, lisonjeados, admirados; y lo que hay de incomprensible, es que protestamos al mismo tiempo que no queremos ser engañados, y que nada aborrecemos tanto como la mentira y la impostura; como si fuera posible que las alabanzas que nos dan para seducirnos, estuviesen siempre exentas de imposturas y de exageraciones. Salomón, por el contrario, prefería la amargura de las verdades importunas, pero saludables, al dulce veneno de la lisonja; y si no se hubiera apartado nunca de esta máxima, quizá habría conservado siempre la sabiduría.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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