MEDITACIÓN
CCXXVI
(13 DE AGOSTO)
Sobre la pasión del juego.
Punto 1°.- El juego que parece tan indiferente en sí, llega a
ser frecuentemente una pasión, y aun
algunas veces se convierte en rabia y furor. Para la mayor parte de los mundanos no es ya un simple entretenimiento,
sino una ocupación constante y perpetua, es un estado una profesión y un
tráfico, es lo que llena todas las horas de la noche y del día, fuera de las
que le quitan las comidas y el sueño. El
juego forma, por decirlo así, el fondo y el entretenimiento de su vida; más si
la religión condena indistintamente toda especie de exceso, ¿quién duda que el
estado habitual del jugador de profesión, no sea un estado habitual de pecado?
Punto 2°.- Las consecuencias de esta pasión son:
1°. El abandono de todos los deberes; pues se deja todo y se renuncia a todo
por correr al juego; 2°. La disipación de los bienes; primero se pone lo
superfluo, y si el azar nos lo arrebata, se sacrifica hasta lo necesario; 3°. El
desarreglo de los negocios, pues para sostenerlos se contraen deudas que suben
a lo infinito y se pone insensiblemente en una imposibilidad absoluta de
pagarlas; 4°. Las penas que desgarran el corazón, aunque por el buen parecer,
afectan sufrir las mayores pérdidas con todas las apariencias de la
tranquilidad. En vano se esfuerzan los
mundanos en justificar esta pasión, diciendo que vale más jugar que maldecir. Excusa
frívola, puesto que nunca es permitido cometer un pecado por evitar otro.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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