MEDITACIÓN
CCXXIII
(10 DE AGOSTO)
Sobre las diversiones del mundo.
Punto 1°.- Hay algunas diversiones permitidas: y
son aquellas que pueden ser miradas como un descanso legítimo, respecto al trabajo
pasado, y como disposición y preparativo para el trabajo futuro. Así es que las diversiones no son
permitidas sino en cuanto son necesarias: he aquí la medida. Todo lo que va más
allá, toda diversión que viene a ser una ocupación constante y habitual, que no
ha sido precedida, y que no debe ni puede ser seguida de ninguna especie de
trabajo, es contraria al designio de Dios, y por consiguiente es prohibida.
Punto 2°.- Las diversiones, aun las permitidas, llegan
a ser muchas veces criminales por su exceso. Todo exceso es un vicio; y la misma virtud que es la regla de todo
bien, llega a ser condenable, tan luego como es excesiva. Debemos saber,
dice el apóstol, pero debemos saber con
sobriedad, y el que quiere saber más
de lo justo nada sabe absolutamente, porque la sabiduría es esencialmente un
estado de razón, y por consiguiente, de moderación. Mas si para ser sabio
es necesario serlo sin exceso, con mucha más razón será necesario evitar el
exceso para divertirse como sabio. Ahora bien, ¿Quién es el que lo evita en el
uso de las diversiones aun permitidas?
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
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