viernes, 2 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCXLVII (3 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCXLVII
(3 DE SEPTIEMBRE) 

De los pretextos que empleamos 
para justificar los juicios temerarios.




Punto 1°.- Creemos poder justificar el juicio temerario, diciendo que permanece secreto, que no se manifiesta en lo exterior, y que si por desgracia fuese injusto, no podría el prójimo ofenderse de una injusticia que ignora. Más notad que la religión no solamente prohíbe la acción exterior del pecado, sino que también prohíbe el sentimiento interior que nos conduce a él. Así es que condena los pensamientos y los deseos impuros, porque son el principio de los pecados contrarios a la castidad. Por la misma razón prohíbe el juicio temerario porque es el principio de la calumnia, que no es otra cosa que la expresión de los juicios temerarios que el espíritu ha formado.

Punto 2°.- Es verdad que puede suceder que el juicio no tenga por testigo más que a la conciencia; pero tendrá siempre a Dios por vengador. ¿Y cómo este Dios, que es la justicia y la caridad misma, no se había de ofender de un juicio ciego y precipitado, que sólo está apoyado en la duda y en la incertidumbre, en donde el que se juzga es condenado, sin tener ningún medio de justificarse, sin saber siquiera si se le juzga, ni si se han tomado el trabajo de pesar exactamente las razones que pueda haber para condenarle o absolverle?  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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