lunes, 19 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLXIV (20 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLXIV
(20 DE SEPTIEMBRE) 

De la santidad de Dios.




Punto 1°.- La santidad de Dios debe ser modelo de la nuestra. Sed perfectos, decía el Salvador, como vuestro Padre celestial es perfecto. Sed más imitadores, decía el Apóstol a los primeros fieles, como yo lo soy de Jesucristo. Esto no quiere decir que un hombre débil y frágil pueda nunca llegar a la sublime e incomunicable perfección del Supremo Ser: pero debe esforzarse en aproximarse a ella, en cuanto puede permitirlo la debilidad humana; y en este sentido son los santos llamados dioses en la Escritura: Ego dixit: Dii estis et filli excelsi omnes. En este sentido se dice que son hijos de Dios, porque se conducen en el espíritu de Dios: Qui spiritu Dei aguntur, hi sunt filli Dei. Examinad pues con cuidado cuál es el espíritu que os hace obrar: Spiritus probate ultrium ex Deo sint. Si es el espíritu de Dios, todas vuestras acciones serán santas y divinas; y si es el espíritu del demonio, serán criminales y desarregladas.   

Punto 2°.- Ésta sola regla basta para hacer el discernimiento de las virtudes y los vicios. Si obráis por un espíritu de injusticia salís de la regla, puesto que vuestra acción es contraria al espíritu de equidad que está en Dios, y es conforme al espíritu del demonio que es el padre de la iniquidad; si obras por un espíritu de fraude y de duplicidad, salís de la regla, porque vuestra acción es contraria al espíritu de verdad que está en Dios, y es conforme al espíritu del demonio que es el padre de la mentira, etc.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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