sábado, 24 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLXIX (25 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLXIX
(25 DE SEPTIEMBRE)

De la presencia de Dios.




Punto 1°.- No podemos evitar la presencia de Dios. Por todas partes en donde estoy, el Señor está conmigo: en Él vivimos, nos movemos y existimos. Yo no lo percibo a este Dios invisible; pero sé por la fe que está en todas partes, y que estoy como envuelto en inmensidad de su presencia. ¿Adónde iré, Señor, decía el Profeta, para ocultarme de Vos? Bien podré sepultarme en las tinieblas, más cuando Vos queráis descubrirme, la noche más sombría se convertirá en luminosa: Vos estáis presente a todos mis pasos, y antes que mi palabra sea formada por mi lengua, Vos habéis penetrado ya mi pensamiento. ¡Oh, Soberano Juez! ¿Quién se atrevería, quién podría ni aun resolverse a cometer el pecado, por poco que quisiese fijar su atención en vuestra terrible presencia?   

Punto 2°.- No podemos ocultar nada al conocimiento de Dios. El Señor, dice el Profeta, ha mirado desde lo alto de los cielos sobre la tierra y con una sola mirada ha visto a todos los hijos de los hombres; ha alumbrado todas sus acciones, y cuenta todos sus pasos; no hay para Él ni oscuridad, ni tinieblas, ni alejamiento ni distancia. Por todas partes en donde estoy, Dios me ve, Dios me escucha: su vista no está limitada como las de las creaturas a lo que aparece en lo exterior; sino que lee en mi corazón, sondea todos sus pliegues y descubre todos sus sentimientos: Omnia nuda et aperta, sunt oculis Eius; Todo está descubierto y revelado ante sus ojos.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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