viernes, 23 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLXVIII (24 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLXVIII
(24 DE SEPTIEMBRE) 

Sobre el cuidado que debe tener un cristiano, 
de la reputación del prójimo. 




Punto 1°.- Tened cuidado de vuestra reputación, dice el Sabio, y por consiguiente de la de vuestros hermanos, puesto que debéis amarlos como a vosotros mismos. Se peca contra este deber de caridad, 1° respecto al mal que podemos decir, en cuatro maneras diferentes: la primera, y la más de temer, es imputar falsamente al prójimo el mal que no existe; y esto es lo que se llama propiamente calumnia; la segunda es descubrir el mal verdadero a los que no le conocen, ni tienen ningún derecho de conocerlo; y esto es lo que se llama propiamente murmuración; la tercera es aumentar y exagerar el mal conocido y público; esta es otra especie de murmuración; la cuarta es aumentar la publicidad, afectando repetirlo e inculcarlo en el espíritu de los demás: y esta es una tercera especie de murmuración.    

Punto 2°.- Se peca también contra este deber de caridad, respecto del bien que podemos decir, en cinco maneras diferentes: la primera es interpretando el bien en mal; la segunda es negar el bien y quitar el conocimiento del mérito de una persona a los que deben tenerlo; la tercera es ponerle restricciones malignas y afectadas, y no dar a sus buenas cualidades sino un testimonio imperfecto, y por eso poco fiel; la cuarta es callar y disimular el bien cuando conviene decirlo, la quinta es decirlo con una frialdad y una indiferencia que disminuye su precio.  



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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