martes, 13 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLVIII (14 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLVIII
(14 DE SEPTIEMBRE)

Sobre las consecuencias de la murmuración.  




Punto 1°.- La murmuración se extiende con una extrema facilidad. Puede ser que hayáis exigido que permaneciese secreta; pero no tarda en hacerse pública. ¿Y cómo habría de poderse tener secreto por mucho tiempo lo que todo el mundo busca, y lo que agrada a todo el mundo? Si la caridad reinara en todos los corazones, la murmuración haría menos progresos: pero ¡ay! ¿En dónde está esa caridad divina que se aflige sinceramente del mal y que quisiera abolir hasta su memoria? Ese mismo principio de malignidad que os lleva a decirlo, ¿no es el mismo que lleva a los que escuchan a creerlo y divulgarlo? Cada uno le añade lo que su pasión o su interés le sugiere: bien pronto vuestra murmuración se cambia en calumnia, y venís a ser responsables del mal que habéis dicho y de las falsedades que otros le añaden para exagerarlo.

Punto 2°.- La murmuración es irreparable en sus consecuencias. ¿Y qué podríais decir para repararlas? ¿Os opondríais al desencadenamiento público que vosotros mismos habéis excitado? ¿Suprimiréis lo que habéis dicho? ¿Afectaréis alabar al que habéis deshonrado? Pero ¿quién os ha de creer? ¿Quién os ha de escuchar? Vuestras alabanzas que llegan demasiado tarde, no servirán más que para atraerle nuevas sátiras: verán qué queréis reparar el mal que habéis hecho; pero no estará en vuestro poder el hacerlo: lo habéis perdido por vuestra murmuración, y la caridad del penitente encontrará siempre menos crédito que la malignidad del pecador.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario