MEDITACIÓN
CCLXV
(21 DE SEPTIEMBRE)
De la mentira.
Punto 1°.- La mentira ha sido introducida en el mundo
por el demonio. La naturaleza había sido creada sencilla e ingenua; y la primera mentira que se cometió sobre la
tierra, fue la que empleo este ángel de tinieblas para engañar a nuestros
primeros padres, prometiéndoles unos bienes y unas ventajas que no tenía ni el
deseo ni el poder de procurarles. Esta
primera mentira ha sido la fuente y el origen de todas las demás; y si alguna
cosa fuera capaz de hacernos tener horror a este vicio, sería sin duda el
considerar quién fue su primer autor: la veríamos salir inmediatamente del
demonio, a quien damos por esa razón el odioso título de padre de la mentira.
Punto 2°.- Toda
mentira está prohibida por la ley de Dios. Algunos piensan que esta
prohibición está comprendida en la del falso testimonio, puesto que por la
mentira damos testimonio contra nuestro propio pensamiento, diciendo lo que
sabemos ser falso, con el designio de engañar a los que nos escuchan. Y a fin de que no se pretenda eludir la
prohibición, distinguiendo la mentira del falso testimonio, el apóstol San
Pablo exhortando a los fieles a despojarse del hombre viejo, es decir, del
hombre de pecado, pone primeramente la mentira a la cabeza de las acciones que
lo caracterizan: Comenzad pues, dice,
por renunciar a la mentira, y decid
siempre la verdad.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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