MEDITACIÓN
CCLIX
(15 DE SEPTIEMBRE)
Sobre los discursos impíos.
Punto 1°.- Estos discursos forman muchas veces parte de
las conversaciones del mundo. La murmuración no las ocupa de tal manera,
que no se encuentre todavía el secreto de sembrar en ellas algunos rasgos de
irreligión. Vosotros, decís, estáis muy
lejos de aprobar semejantes discursos; pero no tenéis el valor de imponer
silencio a los que los tienen en vuestra presencia: os causan horror, pero
ocultáis vuestros sentimientos, por temor de pasar por un espíritu débil;
teméis la censura de los impíos, y queréis conservar la estimación y el afecto
de los mismos a quienes más despreciáis. ¡Ah!, tal vez habéis tenido
algunas veces la debilidad de aplaudirles, por lo menos tácitamente, con
señales de complacencia y de aprobación.
Punto 2°.- No es
permitido a un cristiano escuchar tranquilamente los discursos que atacan a las
verdades de la fe. En estas ocasiones
es necesario: 1°. Que defienda estas verdades con sus palabras.; 2°. Que su
religión brille imponiendo silencio a los que la atacan, si tiene autoridad
para hacerlo; y si no la tiene, que por lo menos su pesar y disgusto se
manifiesten en su semblante. Es preciso que se lean en cierto modo en sus ojos,
las grandes verdades de que su alma está llena, y que se eche de ver un horror
religioso, un dolor amargo y profundo, que diga a esos impíos: Yo soy cristiano y no me avergüenzo del
Evangelio.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
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