jueves, 8 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLIII (9 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLIII
(9 DE SEPTIEMBRE) 

Sobre la pretendida ligereza de nuestras murmuraciones
 




Punto 1°.- Las creemos leves, cuando nos contentamos con hacer entender el mal sin decirlo. No querríamos perder a un hombre de reputación, ni arruinar su fortuna deshonrándole en el mundo. No querríamos desacreditar abiertamente a una mujer, acerca de artículos delicados; pero arrojamos en el espíritu de los que nos escuchan mil sospechas que dejan entrever lo que no nos atrevíamos a decir. Aun encontramos el secreto de murmurar sin hablar; un gesto, una mirada, una sonrisa maligna, una reticencia afectada, dan a entender lo que no decimos. Mas, ¿qué importa que se murmure por señales o por palabras? ¿No es siempre murmurar? ¿Y podemos dudar que Dios no sea igualmente ofendido?   

Punto 2°.- Creemos las murmuraciones ligeras, cuando no se trata sino de los defectos naturales, sin atacar las costumbres. Miramos esta clase de defectos como una presa abandonada a la murmuración. Pero ¿qué acaso es indiferente a un hombre que sus defectos naturales sean conocidos o que no lo sean? Además de la reputación de las costumbres, ¿no hay una que aunque le está en verdad subordinada, pero que no deja de ser preciosa, y que las caridad obliga a considerar? Si cuando exigís de los otros tantos miramientos y consideración tenéis tan pocos para con ellos, ¿los amaréis como a vosotros mismos?   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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