MEDITACIÓN
CCLXII
(18 DE SEPTIEMBRE)
Sobre los caracteres de la ira de celo.
Punto 1°.- Esta consiste en esa noble indignación, que
siente el alma contra las acciones injustas y criminales. Esta santa ira es un don de Dios: y es
mucho menos un vicio que la señal y el efecto de una sublime virtud; no
aborrece nunca más que el pecado, aun cuando ataque vivamente al pecador; está
guiada siempre por la caridad y la justicia; es la imagen de la ira de Dios que ordena al mismo tiempo la felicidad
de los ángeles y el suplicio de los demonios, sin que ningún sentimiento de
pasión ni de odio turbe su voluntad divina, centro eterno e inmutable de la
tranquilidad y de la paz.
Punto 2°.- Guardaos
pues de confundir la justa ira de los santos, con los vergonzosos desarreglos
de una cólera apasionada. La de los santos no se enciende más que por los
intereses de Dios; y están sordos e insensibles cuando se trata de su propio
interés. Nosotros hacemos todo lo contrario, dice San Crisóstomo: somos
sensibles y arrebatados en lo que nos toca personalmente; más cuando se trata
de la gloria y los intereses de nuestro divino Maestro; cuando se trata de la
pérdida de las almas que ha rescatado con su sangre, entonces no tenemos ni ira
ni sentimiento.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo
creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os
amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi
arrepentimiento.
Yo os adoro
como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy
gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano
defensor.
Dios mío,
dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra
justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro
poder.
Yo os consagro
mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en
adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino
por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío,
ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones
venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las
virtudes que me convienen.
Llenad mi
corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de
celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo
procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con
mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi
socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la
mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la
tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis
que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en
mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis
resoluciones.
Señor,
inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior
modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío,
descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo,
la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced
que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el
infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario