sábado, 10 de septiembre de 2016

MEDITACIÓN CCLV (11 DE SEPTIEMBRE)



MEDITACIÓN CCLV
(11 DE SEPTIEMBRE)  

De las murmuraciones que se escapan sin reflexión.




Punto 1°.- Llega a hacerse a veces tal hábito de murmurar, que se murmura sin reflexión; pero esta excusa no justifica. La ligereza y la indiscreción son unos vicios tan contrarios a la prudencia cristiana, que lejos de servirnos en excusa, sólo sirven para hacernos más culpables. ¿Un dardo envenenado hace una herida menos peligrosa por haber sido lanzado al acaso y sin intención? El que no sabe gobernar y detener su lengua, dice el Apóstol Santiago, es indigno de llevar el nombre de cristiano; pues no tiene más que una sombra y un fantasma de religión; Si quis existimat se Religiosum esse , non refranans linguam suam, hujus vana est Religio: es vana la Religión de aquel que no refrena su lengua. 

Punto 2°.- Sólo somos prudentes, discretos y reservados acerca de nuestros propios intereses. ¿Con qué atención y reserva nos guardamos los secretos que podrían perjudicarnos si llegaran a divulgarse? No confesamos ni censuramos en nosotros, más que los defectos que nos hacen honor; nuestras palabras y nuestro silencio están siempre arreglados y medidos por nuestro amor propio. Amemos al prójimo como a nosotros mismos, y llegaremos a ser incapaces de indiscreción acerca de lo que le interesa.   



Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario