miércoles, 6 de abril de 2016

MEDITACIÓN XCVIII (7 DE ABRIL)

MEDITACIÓN XCVIII
(7 DE ABRIL)

Sobre la prontitud y la viveza de la verdadera penitencia.



       Punto 1°.- Jamás podrá ser demasiado pronta ¿No es manifestar un gran desprecio por Dios, no es desafiar en cierto modo su bondad y su misericordia, el saber que hemos caído en su desgracia por el pecado, que nos hemos hecho sus enemigos, que no obstante está dispuesto a perdonarnos, y pasar meses enteros y aún años sin reconciliarnos con él? Que no se piense en ello en los momentos en que el ardor insensato de las pasiones nos arrebata, no hay que admirarse; pues un hombre transportado de furor no siente su herida en el calor del combate; mas cuando ha vuelto a la calma, cuando el ardor de las pasiones está extinguido, o por lo menos suspendido, ¿Cómo podemos permanecer un instante en el estado de pecado sin recurrir a la penitencia?

            Punto 2°.- Jamás podría ser demasiado viva. ¿Cuán vivo y doloroso no debe ser el arrepentimiento de un cristiano que ha tenido la desgracia de ofender a Dios? Este no es solamente un dolor amargo y profundo: se le llama atrición y contrición, porque no solo hiere el corazón, sino que le rompe y le despedaza. Porque, si la medida de amar a Dios debe ser, según San Agustín, el amarle sin medida, modus diligendi Deum est diligere sine modo, ¿Hasta dónde no deberá extenderse el dolor y el arrepentimiento de no haberle amado?   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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