domingo, 10 de abril de 2016

MEDITACIÓN CII (11 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CII
(11 DE ABRIL)

Sobre la sinceridad de la penitencia.



Punto 1°.- La penitencia no consiste solamente en la sincera acusación de pecados: Y no obstante, por la plenitud y sinceridad de esta acusación, juzgan la mayor parte de los hombres de la sinceridad de su penitencia. Ponen su espíritu en tortura, escudriñan con una atención escrupulosa en todos los repliegues de su memoria para no omitir nada: y si su acusación es sincera, creen que su penitencia es perfecta. ¿Lo he dicho todo? ¿No he olvidado nada? He aquí el único motivo de su inquietud. No piensan más que en aturdir por algún tiempo los remordimientos de su conciencia por un detalle de sus iniquidades: y no piensan en extinguir esos remordimientos hasta en su origen por el cambio de su voluntad.   


Punto 2°.- La sinceridad de la penitencia consiste principalmente en renunciar sinceramente al pecado. No hay duda que es un sacrificio el humillarse a los pies de un hombre y comunicarle noticias que quisiera uno a veces poder ocultarse a sí mismo; mas este sacrificio no basta. Yo he pecado dice Saúl, al profeta Samuel, el Señor me ha dado sus órdenes y yo he contravenido a ellas. ¿Cuál fue la respuesta del profeta? No habrá perdón para vos; Dios no se ha conmovido con vuestros discursos, porque vuestro corazón no está cambiado.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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