sábado, 23 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXV (24 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXV
(24 DE ABRIL)  

Sobre el buen uso que debemos hacer del tiempo presente.



Punto 1°.- El presente es el único tiempo del cual podemos hacer buen o mal uso. El pasado ya no existe, el porvenir aun no llega: sólo el presente es el único que nos pertenece; pero este presente no es más que un instante rápido y fugitivo, un punto casi imperceptible que cesa de ser tan luego como hemos pensado en él. Representaos el tiempo como un gran torrente que viene a vos con una rapidez inconcebible: lo que ha transcurrido ya no volverá: este es el pasado: lo que viene hacia vos no llega todavía, es el porvenir: lo que va llegando hasta vos es el presente; y es del que podéis aprovecharos. 


Punto 2°.- ¿Qué uso debemos hacer del tiempo presente? No hay otro que aplicarlo al cuidado de nuestra salvación, para asegurarnos un mérito y una recompensa que dura eternamente. No, no hay ningún instante de nuestra vida que no debiésemos, y que no pudiésemos emplear en merecer el cielo, ninguno que no nos presente una ocasión y un medio de practicar alguna virtud: ninguno en que no debiéramos estar prontos  a presentarnos delante de Dios para darle cuenta de nuestras acciones; ninguno, en fin, que no pueda ser el momento decisivo de nuestra salvación.    

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario