MEDITACIÓN CXV
(24 DE ABRIL)
Sobre el buen uso que debemos hacer
del tiempo presente.
Punto 1°.- El presente es el
único tiempo del cual podemos hacer buen o mal uso. El pasado ya no existe, el porvenir aun no llega: sólo el presente es
el único que nos pertenece; pero este presente no es más que un instante rápido
y fugitivo, un punto casi imperceptible que cesa de ser tan luego como hemos
pensado en él. Representaos el tiempo como un gran torrente que viene a vos
con una rapidez inconcebible: lo que ha transcurrido ya no volverá: este es el
pasado: lo que viene hacia vos no llega todavía, es el porvenir: lo que va
llegando hasta vos es el presente; y es del que podéis aprovecharos.
Punto 2°.- ¿Qué uso debemos hacer del tiempo presente?
No hay otro que aplicarlo al cuidado de
nuestra salvación, para asegurarnos un mérito y una recompensa que dura
eternamente. No, no hay ningún instante de nuestra vida que no debiésemos, y
que no pudiésemos emplear en merecer el cielo, ninguno que no nos presente una
ocasión y un medio de practicar alguna virtud: ninguno en que no debiéramos estar
prontos a presentarnos delante de Dios
para darle cuenta de nuestras acciones; ninguno, en fin, que no pueda ser el
momento decisivo de nuestra salvación.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario