martes, 12 de abril de 2016

MEDITACIÓN CIV (13 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CIV
(13 DE ABRIL)  

Sobre los caracteres de la verdadera y de la falsa penitencia.



Punto 1°.- La verdadera penitencia nos hace mirar el pecado como ofensa a Dios, como un mal de Dios, y por consiguiente como el mayor de los males, como el único mal que sea digno de temer, puesto que no hay ningún otro que no pueda llegar a ser por nuestra paciencia, ventajoso para nuestra salvación; lo contrario del pecado, que es el único mal del cual no podemos nunca sacar ninguna ventaja para la vida futura. Sobre este principio, la verdadera penitencia nos hace aborrecer el pecado más que la fealdad, la vergüenza y la pobreza, más que todo lo que puede perjudicar a nuestra fortuna, a nuestra gloria, a nuestros bienes, a nuestro reposo y a nuestra vida. Si, un cristiano está obligado a arriesgarse a sufrir todos estos males, a despreciarlos a soportarlos a despreciarlos, a soportarlos, y a abrazarlos, antes que consentir en violar la ley de Dios: cuando estamos obligados a amar a Dios, lo estamos a aborrecer el pecado.  


Punto 2°.- La falsa penitencia es más limitada en sus sentimientos. Usa de restricciones y de reservas en el aborrecimiento que ha concebido contra el pecado, y en los medios que toma para repararlo o para evitarlo. Trata y entra en composición por decirlo así, con Dios, a las menores expensas que le sea posible; estudia el arte de conservar, sin remordimientos, los bienes mal adquiridos, o de aparentar restituirlos sin perder nada de su opulencia. Busca los medios de estar bien en el mundo, fingiendo desprenderse de él; esta es una señal infalible que la ofensa de Dios no es lo que más le mueve, y que la voz del amor propio es aún más fuerte en el corazón  que la de la conciencia.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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