jueves, 28 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXX (29 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXX
(29 DE ABRIL) 

Que no debe diferirse la penitencia para la hora de la muerte.



Punto 1°.- El pecador que difiere su penitencia hasta la hora de la muerte, cuenta 1°, con lo que hará por Dios en sus últimos momentos. Mas esta esperanza es mal fundada; porque acaso ¿hará más que esas vírgenes imprudentes que no estando preparadas anticipadamente para la venida del Esposo, en el instante que llega se esfuerzan en reparar el tiempo perdido? Piden socorro; vuelven con sus lámparas encendidas, y no obstante, cuando llaman a la puerta se les responde: No os conozco; porque su piedad solo es exterior y su corazón no está cambiado.


Punto 2°.- 2°, el pecador cuenta también con lo que Dios hará por él. Tiene por seguro que Dios le dará la gracia de una santa muerte; mas esta gracia final y decisiva, no la debe Dios a nadie, sino que depende únicamente de su voluntad, porque es preciso que la salvación del hombre esté siempre en sus manos. El más grande santo debe siempre temblar porque no está seguro de obtenerla; y vos, pecador, gozáis de una seguridad que este justo no tiene. ¿Acaso os ha prometido Dios esta gracia tan preciosa y tan deseable? Por el contrario, cien veces ha protestado que os la rehusaría. Me buscaréis, dice, y no me hallaréis, y moriréis en vuestro pecado.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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