MEDITACIÓN C
(9 DE ABRIL)
Sobre la misericordia de Dios.
Punto
1°.- Los hombres no saben perdonar. No saben ser misericordiosos. 1°. Perdonan difícilmente, y puede juzgarse
de ello por la dificultad que se encuentra en determinarlos a perdonar las
injurias y a reconciliarse con sus enemigos. 2° Perdonan imperfectamente; casi siempre, queda en su corazón un
fondo de resentimiento y de odio que apenas pueden disimular, y estallan muy
frecuentemente cuando se presenta la ocasión. 3° Perdonan algunas veces las ofensas ligeras; mas no pueden
resolverse a perdonar injurias grandes. 4° Perdonan
tal vez una primera injuria, mas a la segunda, a la tercera, a la cuarta,
llegan a hacerse irreconciliables.
Punto 2°.- Dios por el contrario perdona fácilmente y no rechaza nunca el homenaje
de un corazón contrito y humillado. Cor
contritum et humiliatum, Deus, non despicies. Perdona enteramente y sin reserva. David, tan luego como imploró su
misericordia con todos los sentimientos de una verdadera penitencia oyó de boca
del Profeta; el Señor ha olvidado vuestro pecado; Franstulit Dominus peccatum tuum a te. 5° Perdona las faltas
grandes lo mismo que las pequeñas: David era culpable de homicidio y de
adulterio. Perdona aun la recaída en un
pecado ya perdonado, con tal que la conversión sea sincera y acompañada de un
verdadero arrepentimiento.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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