jueves, 21 de abril de 2016

MEDITACIÓN CXIII (22 DE ABRIL)

MEDITACIÓN CXIII
(22 DE ABRIL)

De la necesidad que tenemos de santificar nuestra vida 
con las buenas obras para salvarnos.



Punto 1°.- La mayor parte de los mundanos no están persuadidos de esta necesidad. Créense en el camino de salvación cuando no son injustos, ni robadores de los bienes ajenos, ni maldicientes, ni vengativos, ni esclavos de la avaricia y de la sensualidad. ¿Qué pueden reprocharme? Dicen. Yo no hago perjuicios a nadie; ¿Se ha de condenar uno sin haber cometido ningún crimen? Confesarán, es verdad, que no son del número de esos cristianos fervorosos que se hacen una extrema violencia para ganar el cielo, pero no pueden persuadirse que sean del número de los pecadores.


Punto 2°.- Puede uno ser reprobado por la simple omisión de las buenas obras. Porque en primer lugar, para salvarse, dice la Escritura, no basta evitar el mal, sino que es preciso hacer el bien: Declina malo et fac bonum. La salvación del hombre gira sobre estos dos puntos, y el uno será contado por nada si se le separa del otro. 2°.- El árbol estéril es arrojado al fuego, aunque no hace otro mal que el de ocular inútilmente la tierra. 3°.- El siervo negligente es igualmente condenado a las tinieblas exteriores, no por haber perdido su talento, sino por no hacer negociado con él. 4°.- En la sentencia que será pronunciada contra los pecadores en el último inicio, Jesucristo no les reprochará más que los pecados de omisión: Tuve hambre, dice, y no me habéis dado de comer. Trabajad pues sin cesar en santificar vuestra vida por las buenas obras, y no perdáis nunca de vista esta máxima indudable en los principios de la religión, que es un mal muy grande delante de Dios, el no hacer el bien cuando se ha podido.   

Oración Universal

Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

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