MEDITACIÓN XCIX
(8 DE ABRIL)
Sobre la penitencia del corazón.
Punto 1°.- El corazón es
propiamente la fuente de todos los pecados. Nuestro cuerpo no es más que un
instrumento ciego que obedece a los movimientos y a la dirección de nuestro
corazón: nuestros sentidos exteriores no hacen más que ejecutar lo que el
corazón ha concebido. Del corazón es, según la palabra de
Jesucristo, de donde vienen los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los
latrocinios, los falsos testimonios y las blasfemias. Una
acción exterior, involuntaria y forzada, por más desordenada que pueda ser, no
hace al hombre culpable si su corazón no toma parte en ella; y si la desea, si
da su consentimiento, aun antes que se ejecute, el hombre es ya criminal.
Punto 2°.- Por el corazón debe comenzar la penitencia. Puesto que es el primer
culpable debe ser el primer castigado. Ayunáis,
os cubrís de cilicio y de ceniza, mas si el corazón no está cambiado, si no
sacrifica a Dios ese apego criminal que ha sido el principio de vuestros
extravíos, todas vuestras demostraciones exteriores de penitencia, no serán de
ningún precio a los ojos de Dios. Haceos
un corazón nuevo, decía a su pueblo por boca de sus profetas: Facite vobis cor novum.
Llorad, gemid, desgarrad vuestros corazones; digo vuestros corazones y no
vuestros vestidos. Scindite corda vestra
et non vestimenta vestra. Solo este
cambio del corazón, esta contrición del corazón, es el alma de la penitencia.
Oración Universal
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).
Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento.
Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor.
Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder.
Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos.
Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis.
Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.
Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen.
Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo.
Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos.
Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.
Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad.
No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones.
Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular.
Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación.
Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.
Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.
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