lunes, 24 de septiembre de 2012

LA REVOLUCIÓN (6)


Por Mons de Segur

VI. ¿ES POSIBLE CONCILIAR LA IGLESIA Y LA REVOLUCION?   

No; porque no lo es más que el que se avengan entre si el bien y el mal, la vida y la muerte, la luz y las tinieblas, el cielo y el infierno. Escuchad lo que dijo en otro tiempo una logia de carbonarios en un documento secreto: "La Revolución solo el posible con una condición: el aniquilamiento del Papado. Mientras que Roma exista, todas las conspiraciones del extranjero y revoluciones de Francia no tendrán más que resultados muy secundarios. Aunque débiles como poder temporal, los Papas tienen aun una fuerza moral inmensa. Contra Roma deben dirigirse, pues, todos los esfuerzos de los amigos de la humanidad. Con tal de destruirla, todos los medios son buenos. Una vez derribado el Papa, naturalmente caerán los demás monarcas.” 

Edgard Quinet dice por su parte: “Preciso es que caiga el catolicismo. ¡No haya tregua para el Injusto! No se trata sólo de combatir el papado, sino de extirparlo, y no solo extirparlo, sino de deshonrarlo, y no solo de deshonrarlo, sino de hundirlo en el fango.” “En nuestros consejos está decidido, dice la Venta Suprema, que no consintamos mas cristianos." Ya antes había dicho Voltaire: “Aplastemos al infame" y Lutero: “Lavemos nuestras manos en su sangre." 

La Iglesia proclama los derechos de Dios, como principio tutelar de la moralidad humana y de la salvación de las sociedades; la Revolución solo habla de los derechos del hombre, constituyendo una sociedad sin Dios. La Iglesia toma por base la fe, el deber cristiano: la Revolución ningún caso hace del cristianismo; no cree en Jesucristo: pone la Iglesia a un lado, y se forma no sé qué deberes filantrópicos, que no tienen otra sanción sino el orgullo del hombre de bien, y el miedo a los gendarmes. La Iglesia enseña y conserva todos los principios de orden, de autoridad, de justicia: la Revolución los combate todos, y con el desorden y la arbitrariedad constituye lo que se atreve a llamar el derecho nuevo de las naciones, la civilización moderna. 

El antagonismo es completo: luchan entre sí la obediencia y la rebeldía, la fe y la incredulidad

Ninguna conciliación es posible, y menos transición ni alianza alguna. Queda esto bien impreso en vuestra memoria: que todo cuanto la Revolución no ha creado, le es odioso; que todo cuanto odia, lo destruye. Que se le entregue hoy el poder absoluto, y a pesar de sus protestas, será mañana lo que fue ayer y lo que fue siempre: la guerra a muerte contra la Religión, la sociedad, la familia. Y no diga que, hablando así, la calumniamos; ahí están sus palabras y sus obras para probarlo. Acordaos de lo que hizo en 91 y 93, cuando fue dueña del poder. 

En esta lucha, uno de los dos partidos será vencido tarde ó temprano, y este será la Revolución. Puede ser que parezca triunfar por un momento; podrá ganar victorias parciales, primero, porque la sociedad, de cuatro siglos a esta parte, ha cometido en toda Europa enormes faltas que la han atraído un justo castigo, y luego, porque el hombre es siempre libre, y la libertad aun cuando se abusa de ella, constituye un gran poder

Pero tras el Viernes Santo viene siempre el Domingo de Pascua, y Dios mismo es quien, con su verdad infalible, ha dicho al Jefe visible de su Iglesia: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella.”  

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