Por Mons de Segur
VII. ¿CUALES SON
LAS ARMAS ORDINARIAS DE LA REVOLUCIÓN?
Ella
misma lo ha dicho y lo ha probado muy a menudo. “Para combatir los príncipes y los
santurrones, todos los medios son buenos: todo está permitido para anonadarlos:
la violencia, la astucia, el fuego y el hierro, el veneno y el puñal: el objeto
santifica los medios (carta de un revolucionario a un francmasón).” Ella
se hace todo, para unir todo el mundo con su causa. Para pervertir los cristianos, para extirpar el espíritu católico, se
sirve de la educación, que malea; de la enseñanza, que envenena; de la
historia, que falsifica; de la prensa, de la que hace el uso que todos saben
(calumnia); de la ley, cuyo traje adopta; de la política, a quien inspira; de
la Religión misma, de la cual toma algunas veces las exterioridades para
seducir las almas. Se sirve de las ciencias, y encuentra medio de que estas
se rebelen contra el Dios de las ciencias; se sirve de las artes, las cuales
bajo su influencia mortal producen la perversión de las costumbres públicas y
la deificación de la sensualidad.
A Satanás, con
tal que logre su objeto, poco le importan los medios que emplea. No es tan escrupuloso como se
cree, y sus amigos tampoco lo son.
Sin
embargo, puede decirse que el carácter
principal de los ataques de la Revolución contra la Iglesia es la audacia y la
mentira. Por la audacia hace flaquear
el respeto al Papado, vilipendia a nuestros Obispos y Sacerdotes, bate en
brecha las instituciones católicas más veneradas: y con la mentira, repetida sin rebozo, prepara la ruina de las
sociedades, fascinando las masas, siempre poco instruidas y poco acostumbradas
a sospechar de la buena fe de los que les hablan.
Sobre mil
personas seducidas por la Revolución, novecientos noventa y nueve son víctimas
de esta táctica odiosa.
¡Ay de ella! ¡Ay de vosotros, seductores
de los pueblos, que empleáis la energía que Dios os concedió para servir a la
sociedad en provecho de la mentira! Hijos de la Revolución, no teméis
llamar mal al bien, y bien al mal; sobre vosotros cae aquel terrible anatema: Vae qui dicítis malum bonum, et bonum malum!
Vae genti insurgenti super genus meum!
Pero
¿es cierto que la Revolución sea tan perversa? ¿Es cierto que conspira de este
modo contra Dios y contra los hombres? Escuchad sus propias confesiones, escuchad
sus proyectos dignos del infierno.
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