II NACIMIENTO Y DESARROLLO DEL
MODERNISMO-PROGRESISMO.
"La contra-Iglesia ha penetrado profundamente
en las inteligencias católicas"
R.P. Julio Mienvielle
San Pío X |
1. Orígenes.
En 1887, san Pío X,
siendo obispo de Mantua (Italia), dirigía a sus fieles una pastoral donde
señalaba los principales errores modernistas, en la cual, entre otros conceptos,
definía a los modernistas así:
"En este moderno
cristianismo, olvidando la antigua locura de la cruz, los dogmas de fe deben
adaptarse a las exigencias de la nueva filosofía... para dar la mano al feliz
progreso de la libertad".
2. Americanismo.
Donde mayor fuerza
cobró el modernismo y más rápidamente se expandió fue en los Estados Unidos,
apoyado por el Arzobispo Mons. Ireland y por el rector dé la Universidad
Católica de Washington, Mons. Keane.
Tan grande fue su
influjo en Norteamérica, que vulgarmente
el modernismo se llamó americanismo, cuya esencia, el historiador Tocqueville
describe así, como si describiera a nuestros progresistas de la década de los
70:
"Los
predicadores americanos vuelven sin cesar a la tierra y sólo con gran esfuerzo
logran apartar de ella sus miradas. Para llegar mejor a sus oyentes, cada día
les hacen ver cómo las creencias favorecen a la libertad y el orden público, y a
menudo es difícil ¡saber, al oírlos, si el objeto de la religión es el procurar
la eterna felicidad o el bienestar". (La democratie en Amerique, t. 2, pág.
133).
El más famoso de los
americanistas fue el fundador de los paulistas, el P. Isaac Herker, que dividió
las virtudes en activas y pasivas y combatió éstas en beneficio de aquéllas,
tal como hacen nuestros actuales progresistas. León XIII condenó el americanismo
el 22 de enero de 1899.
En Europa, el
modernismo siguió su propio curso apoyado por religiosos como el jesuíta P.
Tyrrél, el carmelita Loysi, monseñores Batiffol y Duchesne y otros muchísimos clérigos
y laicos que combatían, discutían o negaban el pecado original, el infierno,
los milagros, los ángeles, la transubstanciación, la virginidad de María, el celibato,
las devociones, etc.
3. San, Pío X y la Encíclica
Pascendí.
San
Pío X condenó las doctrinas anteriores en 1907, en la Encíclica Pascendí, del 8
de septiembre, calificando el modernismo de conjunto de todas las herejías, y a
éstos, los peores enemigos de la Iglesia.
Es preciso reproducir
aquí el prólogo de la Encíclica escrita por un Papa santo, para que, al ver retratados
fielmente a nuestros actuales progresistas, cobremos horror a las presentes
doctrinas de ellos y sintamos, al oponernos, seguridad gozosa de nuestra Fe.
"No ha existido
época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia
de su Pastor supremo, porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género
humano, hombres de lenguaje perverso: «Yo sé que después de mi partida vendrán
a vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, y que de entre vosotros
mismos se levantarán hombres que enseñen doctrinas perversas para arrastrar a
los discípulos en su seguimiento» (Hechos, 20, 29-30); decidores de novedades y
seductores «porque hay muchos, indisciplinados, charlatanes, embaucadores,
sobre todo los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca, que
revuelven del todo las casas, enseñando lo que no deben, llevados del deseo de
torpe ganancia» (Tito, I, 10-11). Sujetos al error y que arrastran al error «Los
hombres malos y seductores irán de mal en peor, engañando y siendo
engañados"» (II Timoteo, 3, 13).
"Pero es preciso
reconocer, que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número
de los enemigos de la Cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas
y llenas de perfidia se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la
Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el Reino de
Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer
infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta
aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como
un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de nosotros que rompamos
sin dilación el silencio, ya que hoy no es menester ir a buscar los fabricadores
de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de
grandísimo dolor y angustia, en el seno mismo de la Iglesia, siendo enemigos
tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
"Hablamos,
Venerables Hermanos, de un gran número de católicos seglares, y lo que es aún
más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales so pretexto de amor a la
Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología e
impregnados, por el contrario, hasta la médula de los huesos con venenosos
errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se
presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia y
en apretadas falanges asaltan con audacia todo cuanto hay más sagrado en la obra
de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia Persona del Divino Redentor, que
con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre.
Tales hombres se extrañan
de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se
extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al
juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son
seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere
que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos
traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros
días el peligro está casi en las entrañas de la Iglesia y en sus mismas venas;
y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a
fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas, ni
tampoco a débiles rebrotes, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus
fibras más profundas.
"Mas una vez
herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo
el árbol y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica
donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras
persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y
pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen
con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra
parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga
retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia.
"Juntan a esto,
y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y
ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la
estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y
esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido
el alma, de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección
alguna y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten, para que se
atribuya a celo sincero de la verdad. Nos habíamos esperado que algún día
volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos la dulzura como
hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad,
las reprensiones públicas.
"Pero no
ignoréis, Venerables Hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron
un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien, si
sólo se tratara de ellos, podríamos Nos, tal vez disimular, pero se trata de la
religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo
sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a estos hombres y de
mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
"Y como una
táctica de los «modernistas» (así se les llama vulgarmente y con mucha razón),
táctica, a la verdad, la más odiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas
de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por
fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue
fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente
fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas
en un conjunto y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos
indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más
adecuados para cortar el mal". (Encíclica Pascendi del 1 al 3).
La Encíclica Pascendi
dio un golpe mortal al modernismo. En 1915, el gran cardenal Merder, arzobispo
de Malinas (Bélgica), escribía en la pastoral de Cuaresma:
"El público,
asombrado, ansioso tal vez, ha admirado esta augusta figura del Pontífice en su
lucha cuerpo a cuerpo contra el modernismo.
Si en los tiempos de
Lutero y Calvino la Iglesia hubiera tenido un Pontífice de la categoría de un
Pío X, ¿hubiera logrado el protestantismo separar de la Iglesia una tercera
parte de la Europa cristiana?
Así, cuando se mire
con la perspectiva del tiempo, la acción tan compleja en su unidad y tan amplia
y penetrante, se admirará unánimemente la fuerza de este gran Papa y se
bendecirá a la Providencia por haber salvado a la Cristiandad del peligro
inmenso, no ya de una sola herejía, sino de una pérfida mescolanza de todas las
herejías".
Algunos compararon la Encíclica
Pascendi a la jornada del 3 de junio del año 325 cuando los 300 Padres de Nicea
condenaron al obispo Arrio, que negaba la divinidad de Cristo.
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