EL PROGRESISMO RELIGIOSO
(Orígenes,
desarrollo y crítica)
por P.
MANUEL MOLINA.
"Algunos piensan que luchar contra el error es poco caritativo.
Matar el error es la mayor prueba de amor
hacia la persona que yerra"
Dietrich von Hildebrand
El Sábado, 05 de mayo 2012, el obispo Stephan Ackermann, de Trier (Tréveris), Alemania, recibió un "re-bautismo", administrado por el ministro Luterano Barbara Rudolph |
I TESTIMONIO.
La
enfermedad de moda es el modernismo-progresismo.
Se trata de una enfermedad infecciosa que se trasmite
por contagio personal.
El
virus del progresismo, poco conocido, aprovechó el elemento sorpresa y la falta
de medidas de asepsia espiritual para contagiar.
Hoy
el virus está extendido por todo el mundo y sigue infectando.
Si
queremos inmunizarnos, la primera tarea debe ser conocer la naturaleza y causa
del virus que provoca la enfermedad.
No tratamos de formar
o fomentar bandos de buenos y malos que se enfrenten a palos. En 'las dos
grandes crisis de la Iglesia, anteriores a ésta, el Arrianismo del siglo IV y
del Protestantismo del sigjlo XVI, no se trataba de buenos y malos. El enfrentamiento se ha planteado antes en el
campo de las ideas, verdad o falsedad.
1)
Se trata de señalar el virus de una enfermedad, que San Pío X define como el
conjunto de todos los errores.
2)
La necesidad de proclamar unas normas de asepsia espiritual por aquellos que
deben darlas y están facultados para ello.
No
incurramos en el error en que caen los que, en nombre de un equivocado amor y
fraterna caridad, no señalan ni aíslan al enfermo contagioso. Ni tampoco caigamos
en el de un derrotismo antievangélico, al contemplar que la enfermedad ha hecho
presa en amplios sectores de la Iglesia, incluso jerarquías. ¡No nos crucemos de
brazos y lo demos todo por perdido!
En tiempos del obispo
Arrio fueron muchos los obispos que garantizaron la ortodoxia del obispo Arrio.
La Iglesia estuvo al borde de negar oficialmente la divinidad de Jesucristo,
como la negaba Arrio. El arrianismo era entonces 'lo más moderno, lo más actual,
una genial adaptación del Cristianismo. Sin duda alguna, algunos panfletistas
atacaron ignominiosamente a la persona de Arrio y a los obispos que habían
garantizado la perfecta ortodoxia de Arrio. En tiempos de la Reforma
protestante hubo muchos obispos y comunidades religiosas enteras, con sus
provinciales al frente, que garantizaron la ortodoxia de Lutero y su razón
histórica.
Hoy
existen también quienes garantizan la ortodoxia del Progresismo y de sus
portavoces.
Los
progresistas no han presentado jamás su credo. Ni un cuerpo doctrinal de ideas.
Ni siquiera un modesto ideario organizado.
Si
lo hubieran hecho, hoy estarían todos agrupados fuera de la Iglesia, formando
otra Iglesia, que es lo que intentan, una Iglesia diferente de la del Evangelio.
El
progresismo religioso que, prácticamente, tuvo que actuar
en la clandestinidad, desde la proclamación de la Encíclica Pascendi de San Pío
X, en 1907, hasta la muerte de Pío XII, es
un maestro meritísimo en el camuflaje de ideas y en él arte de decir lo que no dice
y de no decir lo que dice, como afirma el propio San Pío X, en la Pascendi: "Táctica a la
verdad la más odiosa, en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y
en su conjunto, sino por fragmentos y esparcidos".
Este
encubrimiento o camuflaje les ha dado magníficos resultados, entre otros, el
atrapar en su redes y vender sus mercancías a gran número de almas que
sinceramente buscan la verdad.
Entre estos últimos,
parcialmente, pues fui simpatizante,
me encuentro yo.
Mis simpatías
progresistas comenzaron a enfriarse a medida que el progresismo, envalentonado
con su número, con su acaparamiento de prensa y centros de pastoral y los flirteos
de algunas jerarquías, ha ido arrojando la máscara, pues creen que ya no la
necesitan.
Los hechos siguientes
entreabrieron mis sospechas acerca del progresismo.
a) Su desconocimiento
y desprecio a la Virgen María, pues, parece, quieren oponer una disyuntiva entre Jesús o María, cuando la verdad
debe ser, a Jesús por María.
b) Su despego o desprecio del Papa. Guardo
con horror el recuerdo y las palabras de un eminente progresista, momentos
antes de ser recibidos por el Papa, en mi última visita a Roma, cuando
refiriéndose a Paulo VI y susurrando al oído me dijo: "Me da asco ese hombre...
voy porque me obligan".
c) Finalmente, me
entreabrió los ojos, él ver que el
progresismo está aliado en todo el mundo al filomarxismo ó clericalismo político.
Lo anterior fueron preparaciones. Fue la
gracia de Dios, por medio de la meditación de los documentos del Magisterio
Eclesiástico, lo que me descorrió el velo final. La lectura de la Encíclica Pascendí,
de un Papa santo, Pío X, me inundó de luz a raudales, y acordándome de las
palabras de Jesús, consignadas en San Marcos 5, 19: "Ve y cuéntales a todos lo que en ti ha hecho el Señor y cómo ha tenido
misericordia de ti", me decidí a poner
por escrito mi testimonio sobre el progresismo religioso para ayudar a los que buscan
la verdad sobre este punto y aún no ven claro.
Este testimonio no
pretende más que eso, ser un testimonio vivo, escrito para el pueblo verdadero,
aún no sofisticado y que no tiene medios a su alcance de discernir el oro del
oropel y la verborrea con que se envuelven y se presentan las teorías progresistas
y diferenciarlas de la verdadera sabiduría de Dios.
Si sufrir por la
justicia es una bienaventuranza del Evangelio, el sufrir por la verdad es también dicha y felicidad. Es aquello
por lo que vale la pena vivir, gastarse y morir: “Vitam impendere vero”. ¡Gastarnos
y morir por la verdad!
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