Por Mons de Segur
XVIII.
LA IGUALDAD
Una palabra solamente diré
sobre esta cuestión, para distinguir lo
verdadero de lo falso. Como para la libertad, distinguimos para la igualdad tres clases: la una buena, la otra que
parece buena, y no lo es, la tercera, que ni lo es, ni lo parece.
1.° La igualdad cristiana, que es la sola absolutamente verdadera y
absolutamente posible, y que por esta razón es la sola admitida y practicada
por la Iglesia, que ha enseñado siempre que todos los hombres son hermanos, que
no hay mas que una misma moral, una misma religión, un mismo juicio, un mismo
Dios para pobres y para ricos, para soberanos y para vasallos, para pequeños y
para grandes. Nuestras Iglesias son los únicos verdaderos templos de la
igualdad entre los hombres, y nuestros Sacramentos, sobre todo el de la Santa
Eucaristía, los símbolos instituidos divinamente para recordarnos a todos esta
igualdad fraternal y eterna.
2ª La igualdad liberal de 1789, que domina en nuestras leyes modernas, que
es una mezcla de ideas verdaderas y falsas como los principios proclamados
entonces; esta igualdad, admisible en
muchos puntos, por ejemplo, en la repartición de impuestos, en el goce de
los derechos civiles, etc., esta
igualdad es contraria a la ley de Dios en otros puntos, por ejemplo en lo
que toca a inmunidades eclesiásticas. Por otra parte, es muchas veces imposible en la práctica, aun cuando exista
teóricamente en las leyes. ¿Cuál es el país donde los grandes dignatarios,
los altos funcionarios, los personajes influyentes, no tienen muchos
privilegios de hecho, que destruyen la igualdad civil y política, y que ninguna
ley podrá jamás abolir?
3ª La igualdad revolucionaria, la igualdad de 93 y de la guillotina, la
igualdad salvaje de Proudhon, es decir
el nivelamiento absoluto de todas las condiciones, el socialismo, el comunismo,
la anarquía.
Estas distinciones, puramente de sentido común, bastan
para resolver muchas discusiones en las que todos los hombres honrados están
acordes en el fondo, y sobre las que, como en las anteriores, solo se disputa
por falta de entenderse.
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